Buscando culpables

Las arremetidas contra Mariano Rajoy por los últimos (?) recortes anunciados son comprensibles cuando parten de los ciudadanos, pero absolutamente injustificables cuando las firman políticos que han tenido responsabilidades de gobierno, o aún las tienen. En cualquier caso, lo que la oposición ha conseguido -con el impagable apoyo del Partido Popular en su conjunto- es que se focalice sobre quien toma estas decisiones en vez de sobre si son la solución.

Dicho de otro modo, Rajoy es el responsable de subirnos el IVA y el IRPF y de meternos la tijera en lo más profundo de nuestro llamado “estado del bienestar”, y en ese sentido podemos tildarle de “culpable”; pero ahora bien, no deja de ser verdad que el Gobierno (por llamarlo de alguna manera) presidido por José Luis Rodríguez Zapatero dejó un nueve por ciento de déficit cuando juró que era del seis, siendo eso ya dos puntos más de lo permitido.

Es decir, si partimos de que los socialistas se pasaron en el déficit y además mintieron al gobierno entrante y a la Unión Europea, cabe preguntarse si realmente se puede acusar a Rajoy de incumplir su programa electoral en el tema de los impuestos, por ejemplo. Se encontró con un agujero un cincuenta por ciento mayor del que le dijeron, y casi tan grave como eso fue que Europa descubrió al mismo tiempo esa falsedad, por lo que la confianza no podía mejorar: España sumaba a su descrédito contable, el agravamiento de su fatal situación económica, y por tanto el aumento de la desconfianza.

Con ese hecho sobre la mesa es irrelevante en estos momentos sentenciar la culpabilidad sobre las medidas, porque si Rajoy es quien las impone, también es verdad que la herencia zapateril es una losa demasiado pesada.

Ahora bien, lo que a todos debía preocuparnos es si esas decisiones nos sacarán de la crisis, y personalmente tengo mis dudas. No sólo eso, estoy convencido de que el propio Rajoy ha retrasado algunas de sus medidas porque no confía en ellas y lo hace únicamente impelido por eso tan abstracto como poderoso que llamamos “Bruselas”, para poder tener la financiación necesaria que permita pagar nóminas, y sostener mínimamente el sistema sanitario y educativo hasta que se recupere... lo que sea.