Andalucía: 33 años después

Era la primera manifestación a la que asistí en mi vida, y sólo tenía diez años. No fui con mis padres, y de hecho ellos no se enteraron hasta años después de que había participado junto a un millón más de andaluces en aquel acto de reivindicación que tuvo lugar un cuatro de diciembre.
Oficialmente yo había salido a jugar o dar un paseo con los hijos de los vecinos del primero, cuyos padres eran militantes del entonces Partido Socialista Andaluz-Partido Andalucista, y su casa estaba plagada de banderas verdiblancas, carteles autonomistas, y retratos de Blas Infante.
De aquel día conservo vagos recuerdos, como es el lema "Andalucía.Autonomomía", o la bandera inmensa que fue colgada por la fachada principal de la Torre de la Vela en la Alhambra, y sobre todo... la cantidad ingente de personas allí congregadas.
Por mi edad no era consciente de qué era lo que se pedía exactamente, ni de cual era el objetivo de la misma, más allá de que si era consciente por las noticias de la televisión, de que en España había unas "regiones" que lucían bandera propia, idioma propio, y querían tener su propio gobierno, y que había en Andalucía quienes también querían eso, y otros que querían que todo siguiera igual.
La inmensa mayoría quería que las cosas cambiaran, que Andalucía saliera del subdesarrollo económico, que volviera los emigrantes, y existía el convencimiento de que era "ahora o nunca" el momento de no quedarnos tirados otra vez en la cuneta del progreso.
Y mira que nos lo pusieron difícil, prácticamente imposible. Para poder equipararnos a los demás tuvimos que sortear mil trampas, tergiversaciones históricas, partidos traidores, políticos traidores, sindicalistas traidores, empresarios traidores... y lo hicimos los andaluces, y gracias a los golpes en la mesa que dieron algunos, como el socialista Rafael Escuredo, o el valor que le echó el entonces ministro Manuel Clavero, o la gran cantidad de grupos y grupúsculos de tinte andalucista que surgieron, en alguno de los cuales militó Javier Arenas.
Pero todo aquello es historia. Intrahistoria. Todo ha cambiado. Nosotros también hemos cambiado.
La diferencia es que algunos seguimos amando este país (DRAE: Nación, región, provincia o territorio) y otros lo han utilizado y lo utilizan, y por eso, más de treinta años después de aquel 4 D la autonomía de Andalucía no es real, y Andalucía sigue siendo un territorio tutelado: con un presidente del Ejecutivo madrileño, con una presidenta del Legislativo valenciana, e insisto como he dicho otras veces, esto no es ser xenófobo, más al contrario, andaluz es aquel que haya nacido o no en Andalucía, la lleva en las venas, y no lo es quien usa y abusa de ella.
Treinta años después Andalucía sigue en el furgón de cola, y es que sigue careciendo de tejido productivo, pero es que ni tan siquiera ha mejorado la imagen exterior, y los españoles nos siguen viendo como vagos e indolentes además de incultos. ¡No valen declaraciones institucionales con el rostro circunspecto! ¡Que no! ¡Que lo que hace un gobernante es cambiar las cosas a mejor! ¡Que han tenido treinta años!

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