El móvil sin batería del político al uso

El político al uso tenía los pies en el suelo, levemente hundidos en la arena, y hasta ellos llegaban como una metáfora la caricia de las suaves olas de la mar en calma.

Atardecía, y el político al uso miraba cómo se extendía aquella alfombra azul de matices imposibles mientras sostenía con ambas manos el teléfono móvil. Percibió el silencio.

Había hecho tres llamadas. En la primera empezó con su ímpetu de siempre –o eso creía él- pero acabó humillándose como nunca. Las otras dos fueron un tanto agónicas, así que duraron menos, y casi no dio tiempo ni a las mutuas recriminaciones.

El político al uso llamó al director del periódico que siempre consideró como su voz. Bueno, en realidad, él consideraba suyos casi todos los medios de comunicación. Le había ido dando resultado aquello de quien no está conmigo está contra mí, lo que se complementaba con cuantiosas cantidades de dinero público enterrando en estos medios a mayor gloria propia.

Lo que el político al uso pedía era una foto en portada, sólo eso. Hacía meses que no salía en una portada de periódico, que no le llamaban de las radios y las teles le ignoraban si estaba presente en algún acto público.

A este director le recordó precisamente eso, que si estaba donde estaba era gracias a él, que él le sostuvo cuando fueron a derribarle, que gracias a él podía lograr balances positivos en las cuentas anuales, que gracias a él…

El director le dijo que no había motivo para sacarle en portada. El político al uso ofreció hacer unas declaraciones si ponían su foto, pero el director le espetó que nada de lo que pudiera decir iba a ser noticia. Ante eso, lo único que pudo responder no sin mostrarse claramente enfadado fue “¡con lo que yo he hecho por ti, cabrón!”, a lo que el otro respondió “pues por eso, hombre… estamos bien como estamos, no vamos a joderlo ahora…anda… que disfrutes de las vacaciones tú también”.

El segundo director también le debía favores. La verdad es que ese diario lo leían cuatro gatos, pero como en aquellos tiempos no se movía un hilo sin su permiso, la fundación del diario llevó su bendición en forma de contratos publicitaros desproporcionados para su difusión, y el director, como no podía ser de otra forma, también obtuvo su imprescindible beneplácito.

A éste, también por la confianza, le empezó recordando lo mucho que había hecho por él, y que hombre, a ver si le podía sacar una foto en la portada, que le concedía una entrevista, que le preguntara lo que quisiera “no te cortes, lo que te de la gana” le ofreció. La respuesta fue que no, a lo que el político al uso le contestó le sugirió que podía sacar con una flecha para arriba por algo de lo que hizo en el pasado… pero tuvo que escuchar un “no te empeñes, que no va a poder ser”.

Enfadado, muy enfadado por la segunda negativa, le soltó “¡tú sabes por qué estás ahí! ¡tú sabes cómo funciona esto!”. El director del periódico –que no tenía un pelo de tonto- hizo la mueca de una sonrisa que el político al uso no pudo ver pero intuyo al escuchar “pues por eso, porque sé cómo funciona esto, y porque sé por qué estoy aquí, por eso que no va a poder ser”.

El tercer director se limitó a decirle que estaba de vacaciones, que sería ideal que cuando volviera hablaran, que llamara a la redacción y le buscaran una cita. Lo terrible fue cuando le preguntó “¿Quién me has dicho que eras?”.

El político al uso tenía los pies en el suelo, el móvil sin batería y estaba solo.

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