La honradez como excepción

La comparecencia parlamentaria del consejero Luis Planas para informar sobre la desaparición de 300.000 euros de una cuenta bancaria a nombre de la Junta de Andalucía en Almería, dejó en evidencia algo tan sorprendente como que hay políticos que consideran algo excepcional que haya un político honrado.
Escuchar a la parlamentaria de IU Rosalía Martín y a la del PSOE Adela Segura, colmar de elogios la decisión del delegado José Manuel Ortiz de llevar al juzgado en forma de denuncia la comisión de un presunto delito es... vamos, no tengo palabras. ¿Pero es que a caso se le ocurre a ambas que el delegado podía haber hecho otra cosa? 
Mucho más sensato y comedido fue el propio Planas, que elogió el descubrimiento de la irregularidad y su puesta en conocimiento de los tribunales, pero sin aspavientos excesivos ni alaracas. Obviamente, el como consejero, el delegado como tal y los funcionarios que advirtieron el descuadre hicieron lo que tenían que hacer, y lo hicieron pronto y bien, y hay que agradecerle ambas cosas. Pero cuando se pone tanto énfasis en la honradez del delegado por hacer algo así, nos lleva necesariamente a pensar que eso no es lo habitual, que lo normal es meter la mano o callar cuando es un compañero el que la mete, y por eso cuando alguien se sale de esa costumbre se le sube a los altares parlamentarios.
Quienes pensamos que la mayoría -la inmensa mayoría- de los políticos y de los empleados públicos son honrados -ni más ni menos que en cualquier otro colectivo- no podemos dar a esa denuncia un valor tan excepcional, y mucho menos interpretar que es un cambio de tendencia en el gobierno de la Junta de Andalucía, como dijo Martín, dejando en pésimo lugar a sus socios de la bancada socialista.
Pero lo que ya resulta de aurora boreal es que aprovechando este asunto, la parlamentaria de Izquierda Unida hable del paro, de los desahucios, de la austeridad, de la reforma de la Administración Local, y hasta se haga eco de la Operación Tres Reyes (¿le habrá contado la historia personalmente quien cedió gratis a su partido un local de su propiedad cuando uno de sus concejales en la capital llevaba Urbanismo)... a ver, hubiera sido mucho más coherente si quería darle leña al PP hablar de Bárcenas y la presunta financiación ilegal... no sé, pero desde luego, malgastar sus diez minutos en naderías es triste.
Pero lo de Adela Segura fue más divertido si cabe. Ella sí habló de Bárcenas, llamó "egipcios" a los del PP, y criticó la austeridad, habló del paro, del caso Tomares (al parecer el alcalde del PP le ha pasado unas facturas al Ayuntamiento por unas comilonas... pero no se acordó de mencionar que eso había hecho la UGT, o tampoco mencionó el caso facturas de la Diputación de Almería por el que está imputado el exvicepresidente socialista) y ya el colmo es cuando amagó con la amenaza de sacar una sentencia sobre algo que afecta a un ayuntamiento importante de la provincia... tanto rollo para una sentencia que es pública y se ha publicado y que es la del Auditorio de Roquetas.
Y más allá de estas consideraciones, la pregunta que cualquier seguidor de la comparecencia se haría es a qué venía la arremetida contra el PP. 
Pues sí. Es una funcionaria de la Junta quien descubre el "marrón", es el gobierno andaluz quien lo lleva a los tribunales, es un exdelegado socialista el imputado... es el consejero quien comparece a petición propia y a petición del PP... el PP no ha llevado este tema al juzgado, no ha sido el PP quien lo ha filtrado a los medios... ¿entonces? ¿a qué venía la leña? 
El parlamentario del PP Miguel Ángel Castellón dejó en evidencia el descontrol de las cuentas ¡tres años sin enterarse del saqueo! ¡el 93% de las cuentas de Almería con irregularidades! Y también dejó en evidencia que la denuncia tenía un trasfondo de venganza política, algo que nadie le respondió al preguntar -como el exdelegado imputado hacía el día antes- cómo es que después de tres años y de tres delegados y de cuatro claveros, sólo uno es el puesto en la picota pública.
Nadie respondió a eso, quizá por encontrarse extasiados ante el feliz descubrimiento de que entre ellos hay alguien honrado. 

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