El único superviviente del helicóptero Helimer 207 de Salvamar que se estrelló en enero de 2010 en el mar de Alboran, en la costa de Almería, dejando tres muertos, relataba al médico que le atendió aquella noche fatídica que sintió el estruendo similar al de un "cucurucho" que se revienta, a la vez que "tira de ti hacia dentro". Le contaba también que se dio cuenta de todo, de que la aeronave caía, que se hundía, que logró liberarse del arnés para salir a flote y no vio a nadie más.
Esa percepción coincide punto por punto con el dictamen de la investigación de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil. Se detalla que los tripulantes fueron conscientes de que se caían, pero dice mucho más.
El informe, que recoge 17 recomendaciones de seguridad, deja claro de quién es la responsabilidad de que ocurriera aquello. Y es que una cosa es que nos quedemos en que hubo un fallo humano -que es lo que afirma- y otra que analicemos los motivos del mismo.
Hay una frase que deja muy claro quién es el principal responsable. Había un dispositivo desconectado que, en caso de no haberlo estado, habría evitado el desplome. Y si estaba apagado era por culpa de que el manual del que disponían los tripulantes ni estaba bien traducido, ni bien organizado, ni tan siquiera correspondía a ese modelo concreto de helicóptero, y por si fuera poco, además estaba anticuado. Es más, recuerdan que si se volaba en manual es porque en gran medida los tripulantes desconocía muchas de las ayudas a la navegación que tiene ese modelo.
El helicóptero tenía un montón de fallos que en algún caso llevaban dos meses produciéndose sin que nadie los arreglara, y eso provocaba que los pilotos desconfiaran de los avisos que aparecían en pantalla o de las alertas acústicas.
Los técnicos añaden que hasta el nombre de la empresa que operaba el aparato es distinto en cada papel que se mira, y eso que trabaja para el Estado.
La administración no fue seria a la hora de adjudicar el contrato de este tipo de servicios, no veló por el cumplimiento del contrato, no prestó el mínimo interés por la seguridad... y es su responsabilidad según los técnicos.
De esas 17 recomendaciones, nueve lo son a la empresa, lo que deja en evidencia quién falló más. El resto de las recomendaciones son de trámite y muy genéricas.
Un comandante que tenía que estar en mil cosas (pilotando, instruyendo...), un copiloto que no entendía bien el idioma, un aparato que presentaba múltiples fallos de navegación, un manual plagado de incongruencias... y al final, por no funcionar, no funcionaron ni las balizas, aunque el superviviente -así se lo explicó al médico que le atendía- no quiso encenderlas por el olor a queroseno y ante el entonces probable riesgo de incendio.
Cuando alguien tiene una profesión "de riesgo" se entiende que tiene "riesgo" de perder la vida, y eso ha de ser asumido, pero cuando la vida se pierde de un modo tan absurdo, es doblemente doloroso.
A partir de ahora debería abrirse la investigación judicial y determinar responsabilidades penales por estas tres muertes de quienes se dedicaban a salvar vidas en el mar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario