Los elogios a Susana Díaz desde las filas de la izquierda fundamentados en el hecho de que es la primera mujer que alcanza la presidencia del Gobierno andaluz es sólo ejemplo más de hasta que extremo se puede llegar en el elogio, cuando no hay otra base para el mismo que la necesidad imperiosa de hacerlo.
Pero lejos de eso, el Parlamento Andaluz y más concretamente su gobierno, ha venido siendo ejemplo de como un feminismo histriónico logra pervertir el lenguaje desde la más burda ignorancia.
Este miércoles, el vicepresidente del Gobierno andaluz, Diego Valderas, en la Comisión de Consumo saludó "a los portavoces y portavozas". Sí, no es un error mío... es un error suyo. Portavozas... ahí está... como aquellas "jóvenas" de la ex diputada socialista Carmen Romero (ex esposa de Felipe González) o "miembras" de la ex ministra Bibiana Aído.
Y es que la ignorancia no conoce límites. Si no fueran unos ignorantes, a la hora de feminizar el lenguaje -algo que es necesario para no seguir manteniendo fuera a las mujeres cuando cada vez tienen más presencia en pie de igualdad con los hombres a todos los niveles- utilizarían sus propias capacidades. Por ejemplo, Valderas podría haber saludado "a quienes ejercen la portavocía" o Romero hubiera hablado de "la juventud".
Hay otras formas válidas de feminizar el lenguaje cuando no se es un ignorante, y se pueden poner dos ejemplos, ambos también en el Parlamento de Andalucía, y uno por parte del PP y otro de IU.
La parlamentaria por Almería Arancha Martín, suele hablar de personas, y así, en las ruedas de prensa saluda o en el Parlamento saluda a "las personas presentes" o a las "personas que nos acompañan"... no hace falta decir todos y todas, ni parlamentarios y parlamentarias...
Original también la forma de utilizar el lenguaje de un modo correcto sin caer en el ridículo es el del portavoz de IU en el Parlamento Andaluz, José Antonio Castro. Hace unos meses se subió a la tribuna y saludó "a todas".... se levantó un murmullo... y aclaró que "no se pongan nerviosas"... subió el murmullo... y preguntó "¿no son sus señorías?, pues eso, buenos días a todas sus señorías" (las palabras no son textuales pero la secuencia sí).
El castellano permite estas posibilidades, porque no es ni machista ni feminista, pero hay que estudiar un poquito y usar la imaginación para encontrar la fórmula adecuada en cada momento y ser menos prepotente a la hora usar el idioma como arma arrojadiza, que es para justo lo contrario que nació.
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