El año pasado dejábamos en evidencia con papeles, que la entonces consejera de Salud, María Jesús Montero, mentía en sede parlamentaria cuando afirmaba que era "imposible" que hubiera algún sanitario contratado por una hora al mes, como mintió -y también mostramos los papeles- cuando negó la existencia de una unidad clínica que sí existía... ahora hay otra consejera pero las mentiras siguen produciéndose.
En este caso la desvela la parlamentaria Rosalía Espinosa, del Partido Popular, a quien en una respuesta por escrito se le informa que entre las obras que se han estado ejecutando durante el verano está el hospital materno-infantil de Almería... pero resulta que esa instalación no existe más allá de una maqueta. No sólo no hay nada construido, es que además el proyecto está paralizado por falta de dinero (si se hubiera hecho cuando se prometió, ya estaría a pleno a rendimiento).
A principios de este año mostrábamos mentiras en materia de Educación, por que mostramos un documento en el que se recogía cuantas aulas prefabricadas hay en Almería, en qué centros, desde cuando, y en base a qué se justifica que estén instaladas. Bueno, resulta que según la Consejería de Educación, muchas de ellas existen en virtud de planes como el OLA o Mejor Escuela... pero se da la circunstancia de que en realidad dichos planes no existían cuando fueron colocadas.
Creo que esto es lo que peor llevamos los ciudadanos, las mentiras. Sabemos que hay sinvergüenzas en todos los órdenes de la vida, y damos por descontado que también hay impresentables en la política, que no podría ser una excepción. Pero lo que sin duda nos aleja de la política y de los políticos es el descaro con el que mienten, conscientes de la fragilidad de la memoria mediática, a lo que coadyuva el miedo a que le salten desde el otro lado con el "y tú más".
¿Cómo si no se pueden falsear las cosas con tanto descaro? ¿cómo se puede manipular -otro ejemplo- lo del vuelo entre Sevilla y Almería en fechas y plazos? ¿es que no se dan cuenta los políticos que considerarnos imbéciles nos cabrea más que el hecho de que nos roben (aunque si nos roban y no hacemos nada, obviamente somos imbéciles).
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