Fue durante un desayuno con un eurodiputado del PP -cuyo nombre desgracidamente no recuerdo a pesar de lo bien que me cayó... será por contraposición a Alejo Vidal Cuadras, ese personaje que podría vivir perfectamente en su apellido- en las pasadas elecciones europeas, cuando comentó que si quizá se invirtiera el tamaño de los logotipos en algunos carteles que anuncian inversiones públicas, todos seríamos más europeistas.
No me siento nada europeo, con perdón, pero sí soy persona agradecida, y como tal he de reconocer lo mucho que los andaluces debemos a la Unión Europea, que quizá ha contribuido más a paliar nuestro desnivel con España que el propio Estado y o el propio gobierno autonómico.
Es por eso que me fijo siempre en ciertas notas de prensa que manda la Junta de Andalucía, y he llegado a la conclusión de que esta administración es antieropeista. Es decir, pretende intencionadamente que le agradezcamos a ella -es decir, al PSOE- inversiones en las que tiene una presencia testimonial.
El ejemplo más reciente es la dotación de un radar para un barco, en el que un 33% lo paga la UE, el 6% el Ministerio ese raro, y el 4% la Junta de Andalucía, pues la noticia oficial es que “La Junta subvenciona”. Sí, es cierto que subvenciona, pero... esto no es hacer Europa.
Pero esto es continuo. Incluso hay ocasiones en las que la Junta de Andalucía no pone un solo céntimo de euro pero es la que se pone las medallas con titulares tan fidedignos como “La Junta entrega dinero para”... dinero de la Unión Europea, claro, ya que ella se limita a depositarlo en manos del beneficiario.
Si de lo que se trata es de que cada vez nos sintamos más integrados en la UE, que haya menos europesimistas (yo) y euroescépticos (yo), que haya menos rechazo a esa élite de privilegiados que son los eurodiputados, que traguemos con este sistema antidemocrático que se tienen montado en Bruselas... pues deberían empezar por convencernos de que hacen algo por nosotros, que hacen cosas que están bien, que se preocupan por algo más que las etiquetas de los productos. Que se preocupan por algo más que no son sólo los intereses de los países del norte, que se entiende porque son los que pagaban la fiesta.
Lo que más pena me da es ver la cara siempre sonriente (¿será que sigue de fiesta con Juan Galán?) del delegado de Agricultura y Pesca, Juan Deus, cada vez que le da un cheque a un armador para que acabe con su barco.
No me siento europeo, ni quiero sentirme europeo. Ellos subvencionan la destrucción de nuestra agricultura, nuestra pesca y nuestra ganadería (a los del norte no les interesa un país con nuestro potencial en el sector primario). Y nosotros cogemos el cheque y sonreímos. Ya falta menos para que nos pongamos todos a cantarles flamenquito y hacerles unas gracias, que zomoh toh mu rezalao. Ele.
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