Lo
primero que habría que decirle al presidente Griñán es que
Andalucía no es que tenga “el mismo derecho” que otros “a
tener identidad”, por que Andalucía tiene identidad, y si algún
problema identitario tenemos es que nos desborda, es que nuestra
identidad es tan radical y afianzada, que nos sobrepasa, hasta el
punto que aquello que se considera “identidad española” no es
otra cosa que caricaturización de la “identidad andaluza”.
Lo
segundo es que, cuando afirma que tiene “el mismo derecho” que
otros a tener “autogobierno propio”, desconoce en buen medida
cual es la historia política de Andalucía, y el problema no es que
lo desconozca él -que ya es grave ostentando el cargo de presidente-
si no que también se ha hurtado desde hace más de treinta años (y
los caurenta anteriores) a los escolares andaluces a conocerla.
Es
por eso que ahora, cuando se habla de “federalismo” hay que poner
sobre la mesa la “realidad nacional” andaluza de la que habla
nuestro Estatuto de Autonomía (ese al que votaron favorablemente el
PSOE-A, IUCA y PP-A pero que ni se han leído).
Fue en 1869 cuando los catalanes pusieron en marcha el llamado Pacto Republicano de Tortosa, y ese mismo año los andaluces firman el Pacto Federal de Córdoba, que agrupaba a las actuales provincias andaluzas, más la baja Extremadura y Murcia... sí, 1869, los andaluces piden federalismo, los andaluces asumen como parte de Andalucía las dos regiones próximas (por cierto, tal como ya se recogía en las Capitulaciones de Santa Fe que eran territorio de administración andalusí aunque de soberanía castellana).
A
esta iniciativa andaluza le siguió la de los vascos, firmada en
Eibar, y luego la de los gallegos, suscrita en La Coruña, y más
tarde la de los castellanos en Valladolid... sí, primero Cataluña,
luego Andalucía, luego Vascongadas, y luego Castilla, en 1869.
Así
las cosas, el 30 de julio de 1869, se ratifica en Madrid el “Pacto
Confederal de los Pueblos de España”, en un solemne acto presidido
por el cordobés (así de importante era la presencia andaluza en el
evento) León Merino, y en el que Ricardo López representaba a
Andalucía, Pi i Margall lo hacía con País Vaco-Navarro, Manuel Bes
por Cataluña, Eduardo Cano por Galicia y Miguel Morayta por
Castilla.
Estoy
convencido de que Griñán no tiene ni idea de todo esto, y de que
los que tiene al lado y en frente tampoco. Andalucía fue la avanzada
del federalismo, y siempre estuvo en pie de igualdad con otros
territorios (pueblos, naciones, nacionalidades...) del Estado
español, y eso volvió a ocurrir en la II República, donde el golpe
de estado fascista nos dejó a las puertas de tener un estatuto como
el vasco o el catalán, lo que también le ocurrió a gallegos y
castellanos.
A
pesar de los generales Pavía y Ripoll, las ansias de libertad de los
andaluces no se paran, y en pie igualdad con el resto de pueblos
peninsulares, la Asamblea Republicana se reune en Zaragoza y prepara
una Constitución Confederal Española, en la que se recoge lo
aprobado en Antequera en 1883 como “Constitución Federal de los
Cantones Regionados Andaluces”, y que presenta Carlos Saornil,
diputado por Álora.
En
esa Constitución Andaluza se dice que “Andalucía es soberana y
autónoma (…) y no recibe su poder de ninguna autoridad exterior”,
y ya en otro orden de cosas, se afirma “la independencia civil y
social de la mujer”, o que lo altos cargos del Ejército sean
elegidos por los subordinados de modo democrático.
Cuando
ahora hablan de federalismo, cuando unos y otros se atribuyen la
paternidad de la idea, hay que recordarles esto, que hacer de España
un estado federal no es algo nuevo, y que en ese proyecto siempre
han estado los mismos, catalanes, vascos, gallegos, castellanos y
andaluces.
Un
estado federal no es ni más ni menos igualitario que un estado
autonómico como el actual, ni es garantía de más competencias, ni
tampoco de un mayor respeto a la identidad de los pueblos que lo
componen.
A
los andaluces, treinta años de autonomía no nos ha servido para
dejar de ser los últimos de España y por tanto los últimos de
Europa, y llamarnos Comunidad Autónoma de Andalucía o Estado
Federado de Andalucía no cambiará las cosas, pero no por eso
debemos renunciar a nuestro autogobierno, por mucho que los
politiquillos crean que eso es un invento de la etapa predemocrática.
Hemos
tenido -y tenemos- malos gestores, dispuestos siempre a sacrificar a
Andalucía en su propio beneficio, y para eso se han ido ocupando de
que nos desnaturalicemos, que nuestra identidad se diluya, que se
pierda la conciencia andaluza haciendo desaparecer la historia de las
escuelas. Así, sólo somos un territorio que administrar, nada más,
lo llamen región, comunidad o estado, un ente abstracto, no un
sujeto de derecho.
Los
andaluces no podemos renunciar a nuestra autonomía, pero mucho menos
podemos dejarnos guiar como borregos al matadero por quien agite una
bandera verdiblanca con más arte, como si fuera el volante de un
traje de faralaes.
1 comentario:
Muy, pero que muy bueno.
Totalmente de acuerdo.
Yahya.
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