Quedan menos de tres semanas para elegir a los miembros del Congreso y del Senado que, posteriormente, decidirán quien de entre ellos preside el Gobierno. Parece una obviedad, pero en una democracia tan imperfecta como la española es importante que la ciudadanía refresque sus conocimientos sobre el sistema y sepa que en Almería no se va a votar ni a Rubalcaba ni a Rajoy, y habrá que decidir entre Rumí y Hernando. O entre otros.
Conviene también que los electores sepan que al Senado pueden marcar a los candidatos que quieran, incluso de partidos distintos, porque en la misma papeleta aparecen todos, y es él, con su mano, quien marca los que ve conveniente, y podría poner uno del PSOE, otro del PP, otro del PA, por ejemplo.
Pues por obvio que parezca ser todo esto, es algo desconocido para la inmensa mayoría de los votantes, que desconocen quienes son los candidatos a las Cortes Generales del partido al que votan, y que tienen la posibilidad de decidir si quieren todos los senadores de un partido o quieren mezclarlos sencillamente porque hay alguno que aunque sea de "su" partido, no le gusta.
Pero lo triste no es que esto lo desconozcan quienes ejercerán su derecho al voto el próximo 20 de noviembre, lo peor es que los partidos políticos se encargan de incidir en el engaño, que al final es de lo que se trata.
No es comprensible que el PSOE de Andalucía ponga tanto énfasis en denunciar que el PP traerá recortes en educación y sanidad cuando eso radicalmente falso... por ahora. Es decir, sanidad y educación son competencias de la Junta de Andalucía, como también es algo transferido a la Comunidad de Madrid, y el Gobierno central, lo presida Rajoy o Rubalcaba, no podrán hacer recortes de ningún tipo sencillamente porque no es de su competencia.
Si a esto le damos la vuelta estamos en el mismo sitio, ni Rubalcaba ni Rajoy van a cambiar nada ni en educación ni en sanidad más allá de una líneas maestras básicas de carácter general, y tendrán que ser en su momento Arenas y Griñán quienes se batan el cobre con este asunto.
Es como cuando se montó el debate sobre el Impuesto del Patrimonio, que no dependía del Gobierno central, y de repente al lúcido Zapatero se le ocurrió quitarlo... obviamente las autonomías pidieron que el Estado les compensara de esa pérdida de ingresos. O cuando se aprobó la llamada Ley del Tabaco, que al ser un tema de salud y de consumo, depende de las autonomías pero el Gobierno central tiró por la calle que mejor le vino.
Pues en esas obviedades es importante pensar cuando se vote para no llamarse a engaños. Es decir, que no tenemos porqué poner la cruz sobre todos los senadores de un mismo partido, que no vamos a elegir presidente de Gobierno, que el Estado tiene sus competencias y las autonomías y las suyas.
Pero también hay que atender a otras obviedades relacionadas con los programas electorales de todos los que se presentan. Por ejemplo, debemos asumir si nos creemos o no lo que tanto PSOE como PP prometen para ganar unas elecciones cuando la situación económica es la que es... ¿de verdad no se va a subir el IVA? ¿de verdad que no se va a abaratar el despido? ¿de verdad que no se van a rebajar los pocos derechos sociales que nos quedan? ¿de verdad que no se congelarán los sueldos de los funcionarios? ¿pero alguien se cree que todo va a seguir igual con la que está cayendo?
Eso sí, hagamos la reflexión en positivo. No se trata de castigar a Zapatero, se trata de elegir entre Rubalcaba y Rajoy, con la diferencia de que al primero se le puede preguntar porqué no ha hecho en esos ocho años lo que dice que va a hacer ahora, y al segundo de dónde va sacar el dinero cuando ya no hay empresas públicas que vender... o no hay nadie que las compre.
Aunque entre bajar impuestos y permitir que los ciudadanos tengan más dinero para gastar o ahorrar, y subirlos, está claro qué es lo mejor; incluso si es a la banca quien se los suben porque luego nos los endosa a los clientes a base de comisiones (no ha caído Rubacalcaba en eso????).
A veces, en política, lo obvio es lo más difícil de ver, sencillamente porque hay a quien le interesa que no se vea. Y todos ciegos.
Pues en esas obviedades es importante pensar cuando se vote para no llamarse a engaños. Es decir, que no tenemos porqué poner la cruz sobre todos los senadores de un mismo partido, que no vamos a elegir presidente de Gobierno, que el Estado tiene sus competencias y las autonomías y las suyas.
Pero también hay que atender a otras obviedades relacionadas con los programas electorales de todos los que se presentan. Por ejemplo, debemos asumir si nos creemos o no lo que tanto PSOE como PP prometen para ganar unas elecciones cuando la situación económica es la que es... ¿de verdad no se va a subir el IVA? ¿de verdad que no se va a abaratar el despido? ¿de verdad que no se van a rebajar los pocos derechos sociales que nos quedan? ¿de verdad que no se congelarán los sueldos de los funcionarios? ¿pero alguien se cree que todo va a seguir igual con la que está cayendo?
Eso sí, hagamos la reflexión en positivo. No se trata de castigar a Zapatero, se trata de elegir entre Rubalcaba y Rajoy, con la diferencia de que al primero se le puede preguntar porqué no ha hecho en esos ocho años lo que dice que va a hacer ahora, y al segundo de dónde va sacar el dinero cuando ya no hay empresas públicas que vender... o no hay nadie que las compre.
Aunque entre bajar impuestos y permitir que los ciudadanos tengan más dinero para gastar o ahorrar, y subirlos, está claro qué es lo mejor; incluso si es a la banca quien se los suben porque luego nos los endosa a los clientes a base de comisiones (no ha caído Rubacalcaba en eso????).
A veces, en política, lo obvio es lo más difícil de ver, sencillamente porque hay a quien le interesa que no se vea. Y todos ciegos.
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