"¡Como si la capitalidad de Andalucía (la cabeza, y por consiguiente, el pensamiento director), estuviese discernida a Sevilla por el reconocimiento de alguna de las demás provincias andaluzas! (...) No, Sevilla no es centro adecuado."
Blas Infante, Padre de la Patria Andaluza
Vaya por delante esta cita entresacada de "La verdad sobre el complot de Tablada" escrito por Blas Infante en 1931, para dejar en evidencia el cúmulo de mentiras que algunos están profiriendo en los últimos días, con el único objetivo de prender con una mano la mecha de la indignación social, y con la otra esperar el saco de monedas con el que apagarla.
Dentro del cúmulo de despropósitos al que estamos asistiendo, una de las peores cosas es observar la permanente contradicción de algunos salvapatrias afincados en el catetismo, expresión más reduccionista del regionalismo provinciano.
Nadie manda en los sentimientos de nadie, y por tanto nadie obligar a nadie a sentirse andaluz y almeriense, o sólo andaluz, o sólo almeriense, o más lo uno que lo otro, como nadie puede obligar a nadie a sentirse español, ni a querer a España, como tampoco a odiarla.
Precisamente porque los sentimientos son libres e individuales, y porque como sentimientos han de respetarse, no quiero oir hablar de lo que los almerienses sienten hasta que no se nos pregunte a todos. Y es que en esta insensatez en la que un desvariado nos ha querido meter, no hay sitio para abordar las incongruencias que leemos y escuchamos.
Es curioso que muchos -no todos, claro- de los que hoy claman por desgajar Almería de Andalucía y proponen que sea una comunidad autónoma uniprovincial, critican el despilfarro que supone el sistema autonómico y muchos -no todos- es fácil leerlos en las redes sociales en otros momentos pidiendo su eliminación.
Pero es más, los mismos que critican el centralismo de Sevilla y su lejanía, no dudan en aplaudir el centralismo de Madrid, que al parecer está también más cerca.
Los mismos -o algunos- de los que cuestionan la historia común de Andalucía con Almería en su seno, luego se afanan en buscarle acomodo con Murcia, a la que le retiraron Albacete. Eso sí, igual te cuestionan la identidad histórica de Andalucía rescatando dos detalles que no pasaron de meras anécdotas en todo el devenir de nuestro pueblo, que convierten esos elementos en germen poco menos que de una nación nueva en Europa.
Quienes ven grandes similitudes entre los abderitanos y los murcianos, no logran verlas entre los mismos abderitanos y los motrileños, y quienes ven grandes diferencias entre los de Huelva y los de Almería no encuentran ninguna entre los de El Ejido y los de los Vélez.
Son los mismos -o casi- que acusan a Cataluña de insolidaria por querer dejar el Estado español cuando desde allí argumentan que ponen más que reciben en las arcas comunes, los que luego usan ese mismo análisis para querer irse de Andalucía. Los que defienden en un sitio que tributan las empresas y las personas, no los territorios, le dan la vuelta aquí. Todo vale.
Los que afirman con contundencia que si los catalanes quieren independizarse ha de preguntarse a todos los españoles, luego no admiten que para abandonar la Comunidad Autónoma se consulte a todos los andaluces.
Y qué decir del "no nos quieren" o del "no nos respetan" que oímos entre nacionalistas vascos y catalanes con respecto al Estado español. Los mismos -o casi- que les recriminan esas palabras son los que luego dicen lo mismo respecto a la Junta de Andalucía.
Son los mismos que niegan que el hecho diferencial catalán o vasco -el idioma entre otros- puedan ser motivo para justificar su no españolidad, quienes luego se agarran a un fandanguillo o una falda para reivindicar su diferencia identitaria con Andalucía. Es como quienes exhiben la bandera cruzada de Almería (la de los genoveses que destruyeron su puerto para que prospera el suyo) contra la bandera andaluza que ondeó por primera vez en su alcazaba... moros y cristianos, otra vez.
Es llamativo que quienes identifican el habla de un gallego y un valenciano y un colombiano como español a pesar de sus enormes diferencias, luego se resistan a reconocer que en toda Andalucía (incluso más allá) se habla andaluz. Y es que, como indica la cita de apertura, desde el andalucismo político siempre se ha tenido claro que Sevilla no debía ser la capital de Andalucía (Córdoba, Granada, Cádiz y Antequera han sido siempre los nombres barajados por razones históricas en los tres primeros casos y geográfica en el último), y siempre se ha tenido claro que Andalucía no es Sevilla, por tanto hasta en eso chirrían aquellos que confunden la identidad andaluza con el "sevillaneo". ¿Entonces por qué se puso la capital en Sevilla?
Los que acusan de mesiánico a Artur Màs por prometer la arcadia feliz en la independencia, luego son capaces de seguir a cualquier iluminado que hace la misma promesa en Almería. Como si entonces esa pléyade de malos políticos y malos almerienses dejaran de ser lo uno y lo otro y ya lo dieran todo por su tierra, por su terruño, ya no habría ni trepas ni corruptos.
Pero como aún así hace falta más, también se inventa, porque es insuficiente que cuente la historia como a uno le interesa, así que directamente se falsea y listo. El caso es que no encuentro el referendum en que preguntaron a los almerienses si querían formar parte de la Comunidad Autónoma de Andalucía, o en el que le preguntaban si querían una comunidad uniprovincial, con la parte oriental de Andalucía o con Murcia y Albacete o sólo con Murcia... lo más que encuentro es el referendum en el que los almeriense votaron diez vez más por la autonomía andaluza que en contra de ella, que esa misma proporción se mantuvo en la aprobación del Estatuto de Autonomía, y que en 2007 más del 85% apoyó el nuevo Estatuto (yo voté en contra). También he encontrado en los periódicos de la época manifestacionescon la bandera verdiblanca y el grito de "Andalucía autonomía" pero ni una en contra, que precisamente era lo defendido por el Gobierno central y los medios de comunicación locales, todos ellos del Estado y que tenían prohibida la publicidad política. También he encontrado concejales andalucistas por toda Almería, y que si han ido desapareciendo ha sido por los problemas del propio partido político que los ampara, no por desapego a la ideología en la que militaban o militan.
La lista de incongruencias es tan larga como la estulticia de quien ha puesto sobre la mesa un debate inoportuno apelando a la existencia de un sentimiento que está por ver.
Que el PSOE lleve gobernando Andalucía más treinta años y alguien pueda reabrir este debate significa en primer lugar que no han gobernado bien porque no han gobernado para todos los andaluces, porque han antepuesto las estrategias de partido a las necesidades del territorio y sus gentes (del país, que es la expresión correcta según la RAE).
Si un mal presidente de una Diputación no justifica que esa administración sea innecesaria, inútil o limitante, tampoco un mal gobernante al frente de la Junta de Andalucía puede significarlo. Que sistemáticamente el PSOE haya prescindido de almerienses en su gobierno significa únicamente que eso es lo que hay hecho el PSOE, y el PSOE ni es la Junta ni es Andalucía, y muchos no estamos dispuestos a que lo siga pareciendo. Porqué también son andaluces los que luchan por Almería.
Dentro del cúmulo de despropósitos al que estamos asistiendo, una de las peores cosas es observar la permanente contradicción de algunos salvapatrias afincados en el catetismo, expresión más reduccionista del regionalismo provinciano.
Nadie manda en los sentimientos de nadie, y por tanto nadie obligar a nadie a sentirse andaluz y almeriense, o sólo andaluz, o sólo almeriense, o más lo uno que lo otro, como nadie puede obligar a nadie a sentirse español, ni a querer a España, como tampoco a odiarla.
Precisamente porque los sentimientos son libres e individuales, y porque como sentimientos han de respetarse, no quiero oir hablar de lo que los almerienses sienten hasta que no se nos pregunte a todos. Y es que en esta insensatez en la que un desvariado nos ha querido meter, no hay sitio para abordar las incongruencias que leemos y escuchamos.
Es curioso que muchos -no todos, claro- de los que hoy claman por desgajar Almería de Andalucía y proponen que sea una comunidad autónoma uniprovincial, critican el despilfarro que supone el sistema autonómico y muchos -no todos- es fácil leerlos en las redes sociales en otros momentos pidiendo su eliminación.
Pero es más, los mismos que critican el centralismo de Sevilla y su lejanía, no dudan en aplaudir el centralismo de Madrid, que al parecer está también más cerca.
Los mismos -o algunos- de los que cuestionan la historia común de Andalucía con Almería en su seno, luego se afanan en buscarle acomodo con Murcia, a la que le retiraron Albacete. Eso sí, igual te cuestionan la identidad histórica de Andalucía rescatando dos detalles que no pasaron de meras anécdotas en todo el devenir de nuestro pueblo, que convierten esos elementos en germen poco menos que de una nación nueva en Europa.
Quienes ven grandes similitudes entre los abderitanos y los murcianos, no logran verlas entre los mismos abderitanos y los motrileños, y quienes ven grandes diferencias entre los de Huelva y los de Almería no encuentran ninguna entre los de El Ejido y los de los Vélez.
Son los mismos -o casi- que acusan a Cataluña de insolidaria por querer dejar el Estado español cuando desde allí argumentan que ponen más que reciben en las arcas comunes, los que luego usan ese mismo análisis para querer irse de Andalucía. Los que defienden en un sitio que tributan las empresas y las personas, no los territorios, le dan la vuelta aquí. Todo vale.
Los que afirman con contundencia que si los catalanes quieren independizarse ha de preguntarse a todos los españoles, luego no admiten que para abandonar la Comunidad Autónoma se consulte a todos los andaluces.
Y qué decir del "no nos quieren" o del "no nos respetan" que oímos entre nacionalistas vascos y catalanes con respecto al Estado español. Los mismos -o casi- que les recriminan esas palabras son los que luego dicen lo mismo respecto a la Junta de Andalucía.
Son los mismos que niegan que el hecho diferencial catalán o vasco -el idioma entre otros- puedan ser motivo para justificar su no españolidad, quienes luego se agarran a un fandanguillo o una falda para reivindicar su diferencia identitaria con Andalucía. Es como quienes exhiben la bandera cruzada de Almería (la de los genoveses que destruyeron su puerto para que prospera el suyo) contra la bandera andaluza que ondeó por primera vez en su alcazaba... moros y cristianos, otra vez.
Es llamativo que quienes identifican el habla de un gallego y un valenciano y un colombiano como español a pesar de sus enormes diferencias, luego se resistan a reconocer que en toda Andalucía (incluso más allá) se habla andaluz. Y es que, como indica la cita de apertura, desde el andalucismo político siempre se ha tenido claro que Sevilla no debía ser la capital de Andalucía (Córdoba, Granada, Cádiz y Antequera han sido siempre los nombres barajados por razones históricas en los tres primeros casos y geográfica en el último), y siempre se ha tenido claro que Andalucía no es Sevilla, por tanto hasta en eso chirrían aquellos que confunden la identidad andaluza con el "sevillaneo". ¿Entonces por qué se puso la capital en Sevilla?
Los que acusan de mesiánico a Artur Màs por prometer la arcadia feliz en la independencia, luego son capaces de seguir a cualquier iluminado que hace la misma promesa en Almería. Como si entonces esa pléyade de malos políticos y malos almerienses dejaran de ser lo uno y lo otro y ya lo dieran todo por su tierra, por su terruño, ya no habría ni trepas ni corruptos.
Pero como aún así hace falta más, también se inventa, porque es insuficiente que cuente la historia como a uno le interesa, así que directamente se falsea y listo. El caso es que no encuentro el referendum en que preguntaron a los almerienses si querían formar parte de la Comunidad Autónoma de Andalucía, o en el que le preguntaban si querían una comunidad uniprovincial, con la parte oriental de Andalucía o con Murcia y Albacete o sólo con Murcia... lo más que encuentro es el referendum en el que los almeriense votaron diez vez más por la autonomía andaluza que en contra de ella, que esa misma proporción se mantuvo en la aprobación del Estatuto de Autonomía, y que en 2007 más del 85% apoyó el nuevo Estatuto (yo voté en contra). También he encontrado en los periódicos de la época manifestacionescon la bandera verdiblanca y el grito de "Andalucía autonomía" pero ni una en contra, que precisamente era lo defendido por el Gobierno central y los medios de comunicación locales, todos ellos del Estado y que tenían prohibida la publicidad política. También he encontrado concejales andalucistas por toda Almería, y que si han ido desapareciendo ha sido por los problemas del propio partido político que los ampara, no por desapego a la ideología en la que militaban o militan.
La lista de incongruencias es tan larga como la estulticia de quien ha puesto sobre la mesa un debate inoportuno apelando a la existencia de un sentimiento que está por ver.
Que el PSOE lleve gobernando Andalucía más treinta años y alguien pueda reabrir este debate significa en primer lugar que no han gobernado bien porque no han gobernado para todos los andaluces, porque han antepuesto las estrategias de partido a las necesidades del territorio y sus gentes (del país, que es la expresión correcta según la RAE).
Si un mal presidente de una Diputación no justifica que esa administración sea innecesaria, inútil o limitante, tampoco un mal gobernante al frente de la Junta de Andalucía puede significarlo. Que sistemáticamente el PSOE haya prescindido de almerienses en su gobierno significa únicamente que eso es lo que hay hecho el PSOE, y el PSOE ni es la Junta ni es Andalucía, y muchos no estamos dispuestos a que lo siga pareciendo. Porqué también son andaluces los que luchan por Almería.
2 comentarios:
Se te escapa un pequeño detalle, y no es otro que los almerienses (todos) ya votaron no formar parte de Andalucía ¿Capisci?
Le agradecería que me dijera cuando. Que yo recuerde, y en la historia que consultado, no aparece nada en ese sentido. Se ha votado si se quería autonomía de un modo u otro, y se han votado dos estatutos de autonomía, y en los tres casos, como cuando se votó la actual Constitución, siempre ha sido absolutamente mayoritario el sí de Almería, y siempre, en los cuatro casos, se contemplaba una Andalucía como hoy la conocemos, de las actuales ocho provincias.
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