Las últimas veces que te he visto por televisión dabas pena. Es jodido que muchos artistas se machaquen tanto, y que otros disfrutemos con su obra; siempre embargados por la duda de si serán genios por el veneno que les mata, o si aún serían más grandes sin ese veneno.
Tenías cara de cadáver en aquella entrevista en la que decías preparar tu nuevo trabajo, en un local de ensayo ubidado en un edificio lleno de jóvenes cargados de ilusión... como la que tú tenías a su edad y aún conservabas.
Lo siento macho, pero es así, con el rostro transfigurado por los huesos oxidados, el cabello cayendo como una cortina deshilachada que mostraba lo que quería esconder, y el cuerpo encorvado por la guitarra mientras susurrabas al micro. Ya ves, igual que te digo eso, te cuento que tenía previsto ir al concierto programado en Almería con el que abrías tu nueva gira.
Es que los genios no valen para estarse quietos. Como decía tu amigo y mi paisano Miguel Ríos, "los viejos roqueros nunca mueren", y por eso, a pesar de tu aspecto, o quizá por eso, por que tu voz estaba aún más ajustada que nunca, por que te salía de dentro tan débil como el último aliento de un guerrero que cae moribundo en la batalla, entre guitarras y baquetas, quizá por eso quería verte en directo.
Recuerdo ahora una vez que te vi en Madrid, de copas. Era mi "chica de ayer" la que me acompañaba entre mini y mini de cerveza, y la que se dió cuenta de que eras tú. Creo que acababas de sacar tu primer disco en solitario o estabas a punto de hacerlo, y es que la noche luego giró sobre ti... joder, eso me cabreó, que me puse celoso con tanto rollo. Tú comentabas recientemente que tus canciones estaban celososas de "La chica de ayer" por que parecía que era la única que habías escrito, cuando en realidad has firmado más de 140 cuarenta. La verdad es que son pocas para más de treinta años de profesión, se nota que las mimabas. Nunca el arte se ha medido al peso.
Bueno Antonio, no te entretengo más,
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