La cosa prometía. Eso de que pudiéramos pasear por un "mercadillo andalusí" durante el fin de semana resultaba interesante, y más si a ese título le añadían "cristiano". El motivo es que por fin los organizadores de una cosa como esta se habían enterado de que en Al Andalus no era islámico todo lo que brillaba, y que efectivamente, se podía ser cristiano y andalusí, que no era incompatible, que en lo que fue aquel país había diversas etnias y religiones, y que todos ellos fueron las víctimas de la invasión castellana.
Y como la cosa prometía, allá que había mucho público dando vueltas y mirando, incluso comprando, a pesar del frío y el viento que recorría el Parque Nicolás Salmerón. Pero lo curioso es que nada más llegar el mensaje ya era confunso para visitante. Los vendedores, supuestamente vestidos de época, en realidad no iban a la usanza andalusí si no castellana, y entre los productos más comunes dispuestos para su adquisición había jamones y chorizos... como si los andalusíes tuvieran estos alimentos en su dieta. Podíamos encontrar espadas cruzadas y escudos con leones y castillos, todo de madera y para el juego de los niños, pero ni un sólo alfanje, ni un solo motivo con la media luna, ni un sólo banderín verde.
La cosa no quedaba ahí, ya que no podían faltar los "pulpeiros" de gallegos y los pizzeros de "no-sé- dónde", a los que los compañeros fotógrafos inmortalizaban una y otra vez... quizá por el descubrimiento que hacían en ese instante -como lo hacíamos todos- de que en Al Andalus se comía pulpo gallego y pizza italiana.
Vamos, que mercadilló sí que era, pero una tomadura de pelo también. Sólo en dos puestos podían degustarse dulces andalusíes y té, y precisamente sus dependientes no iban disfrazados de nada.
Que quieren hacer un mercadillo, pues que lo hagan, que quieren vender pulpo, pues que vendan, pizza, jamón, chorizo... pero que no confundan. No veo yo a Boabdil tomándose un daikiri, ni Aben Humeya con un mojito en las manos...
¿Que problema hay en llamar a las cosas por su nombre? Mercadillo y punto... y sin disfraces.
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